Los jardines japoneses son los más conocidos
de los jardines asiáticos. Los japoneses tomaron el arte del
jardín de los chinos, pero le imprimaron la disciplina y el orden
que caracteriza este pueblo.
Los jardines japoneses pueden ser emplazados al lado
de un templo, de un pabellón de té, de un palacio o pueden
ser secas karesansui, conocidas como los jardines Zen.
Algunos elementos son típicos para estos jardines:
el agua (su presencia real o simbolizada con las rocas), las rocas (a
veces sugieren la presencia de una montaña), las linternas de
piedra, los puentes arqueados o en zigzag, las islas que a veces llevan
formas simbólicas, los pabellones simples o muy ornados.
El gusto por la hermosura de las piedras conoce, en
Japón, refinamientos muy especiales y representa un elemento
esencial de la ceremonia del té. La piedra tiene una
robustez impresionante y, lustreida y procesada, emana el esplendor
y la elegancia de la cultura.
Las farolas son, también, de piedra, y representan
unas presencias misteriosas del jardín, que, por un lado, protegían
los fuegos encendidos por los cristianos y, por el otro, iluminaban
las ceremonias nocturnas de té. Los pasillos sinuosos son trazados
con piedras que moderan los pasos con un cierto ritmo que permite contemplar
el paisaje del jardín.
Algunos de los elementos vegetales no pueden faltar,
como, por ejemplo, la bambusa o el pino, el símbolo de la soledad.
El cerezo florecido, la soja, el lotus son las razones por las cuales
los japoneses festejan. La actitud de los japoneses hacia las flores
les trajo la celebridad y dio luz a un arte especial: ikebana.
La crisantema es la planta celebrada en otoño
con el fasto que se merece. Aunque digan que la crisantema apareció
por la primera vez en China, esta flor está asociada a menudo
con Japón. Es normal que fuera así, si pensamos que durante
10 siglos el símbolo imperial de Japón fue la
crisantema amarilla con 16 pétalos.
En octubre, las crisantemas son veneradas por los japoneses
que organizan exposiciones donde se pueden admirar arreglos fantasistas.
El Jardín Zen está caracterizado
por su austeridad, sus elementos representan símbolos llenos
de misterio. En este jardín hemos sugerido las montañas
con unas piedras, la arena fue rastrillada para recordar el movimiento
de las olas; también, hay plazas discretas para musgos que nos
invitan a una meditación profunda y nos pueden hacer pensar que
la persona que dio luz al jardín es la que está nos mirando.
En este jardín queremos reunir símbolos
estimados por los japoneses con la ayuda de una planta venerada en el
Pays de la Salida del Sol: la crisantema.
Con esta planta hemos construido la Montaña
Fuji- una montaña apreciada y temible por los japoneses, el Jardín
Zen- muy representativo para la relación entre el hombre japonés
y la naturaleza, la tortuga- el símbolo de la inmortalidad, el
bonsái- un elemento del arte, reconocido y apreciado en todas
partes. Hemos reunido todas estas cosas en este espacio y esperamos
que sea un lugar fascinante y misterioso.
LEYENDA
La mitología japonesa dice que había
tantos dioses en los cielos que algunos de ellos, tal como el dios Izanagi
y la diosa Izanami bajaron a la tierra por un puente de nubes.
Cuando llegaron a la tierra, la diosa dio luz a los dioses del viento,
de las montañas, del mar y a otros dioses y murió después
de dar luz al dios del fuego.
Así Izanagi perdió a Izanami
y la siguió en el lugar llamado La Noche Negra, allí
donde ella llegó, para ver el paisaje lamentable, seguido por
La vieja Bruja de la Noche Negra.
Casi vuelto a la tierra, el dios Izanagi atravesó
un río para purificarse con el baño. Allí donde
sus vestidos tocaron la tierra, nacieron 12 dioses. Sus joyas se transformaron
en flores: una pulsera se hizo lirio, otra lotus y su collar se hizo
una crisantema amarilla.